Era una amuzga de Cochoapa, atrevida y valiente, muy conocedora de sus supersticiones y miedo de las gentes, que trató de explotar en beneficio propio.
Por los caminos de Huixtepec o Cochoapa, cerca de los arroyos y lugares sombríos por la intensa vegetación de árboles frondosos y gigantes, acostumbraba a hacer sus fechorías, que consistían, en tenderse o acostarse atravesando los caminos envuelta en una sábana blanca y tapada la cabeza con un trapo negro.
En la cabeza y en los pies se ponía velas encendidas, y en el momento que se acercaban los caminantes destapaba cuidadosamente unos bules o tecontes con sangre corrompida de donde salían olores fétidos y moscas en abundancia zumbando y ella lanzaba quejidos lastimeros.
La gente huía espantada dejándole cuanto llevaba, y los mismos arrieros abandonaban sus recuas, las que espantadas se metían en los bosques, Luciana inmediatamente se levantaba y recogía el botín o se llevaba a los animales cargados para un lugar determinado donde les quitaba la carga de la que se aprovechaba y dejaba a los animales abandonados.
Pero sucedió que un día dos hombres Juan y José , después de haber estado en la fiesta de San Agustín en el pueblo de Huixtepec, donde tuvieron una reyerta con otros que dejaron mal heridos, se vieron en la necesidad de dejar el pueblo ya muy tarde para no caer en poder de las autoridades y se fueron por el camino que conduce a Ometepec.
Les llegó la noche en el camino, que era obscura y tenebrosa, con lluvia y tempestad.
Al llegar al arroyo de Papaloapán, que corría entre las peñas y arboladas sombrías por una barranca profunda, los sorprendió el fantasma de Luciana en al forma que acostumbraba hacerlo. Pero nuestros personajes era valientes diestros en el machete, lo que lejos de amilanarse o correr, con el arma en la mano se acercaron al espantajo y Juan , les dijo:
“Si eres alma en pena di cuáles son tus sufrimientos que estamos para ayudarte; pero si eres el Diablo o Satanás vete porque si lo haces en el acto te descuartizamos”.
Luciana que conocía a aquellos hombres de fama en la región como valientes, presta se levantó y se puso de rodillas frente a ellos pidiéndoles clemencia y diciéndoles que era. El mismo Juan de dijo: “Levántate y camina delante de nosotros, te llevaremos a la Presidencia Municipal de Ometepec”.
Al día siguiente se supo en el pueblo lo ocurrido y las gentes fueron al Palacio a ver a Luciana. Unos se reían y otros gruñían de coraje al saber que la amuzga Luciana los había tanteado.
Se acabaron los espantos de Luciana, los perjudicados recogieron algo de lo que habían perdido, y Luciana pasó algunos meses en la cárcel. Esto sucedió por el año de 1876.
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