domingo, 28 de febrero de 2010

ETIMOLOGIA DE ACAPULCO, GRO.




ACATL –que significa carrizo- fue el nombre impuesto al primogénito del jefe de la tribu de los náhoas que en alguna fecha remota, invadieron la costa de lo que hoy es el estado de Guerrero.
QUIAHUITL –que significa lluvia- fue la hija mayor del jefe de una tribu comarcana, posiblemente Tecpatl (Tecpan) – que significa en donde habita el rey- pero que, por ser enemigos acérrimos de la tribu a que pertenecía ACATL, no fue permitido por el padre de la doncella que se unieran en matrimonio. Pero QUIAHUITL, que estaba perdidamente enamorada de su amado ACATL, por lo que haciéndose acompañar de algunos de sur servidores a su vez fue en su persecución, localizando a ambos, en pleno romance amoroso bajo la fresca sombra de un frondoso árbol de amezquite (una especie de amate cuyo fruto es un higo del tamaño del capulín) quienes adormecidos por el éxtasis del amor y el susurro de la tibia brisa tropical proveniente de la hermosa bahía, no se percataron de la presencia de sus perseguidores, que con sus lanzas y mazas, destrozaron inmisericordemente al infortunado ACATL, pero no así a QUIAHUITL, quien año con año por los meses de septiembre y octubre, se presenta vestida de luto en forma de una negra nube por el rumbo de la bocana, a visitar la tumba de su amado y llorar su desventura, derramando torrentes de lágrimas en forma copiosa lluvia, por el recuerdo de su adorado ACATL.


Descubrimiento de Acapulco
Acapulco fue descubierto por Francisco Chico, el día 13 de diciembre de 1521 (día de Santa Lucía, por lo que bautizó al puerto con este nombre). Hernán Cortés lo comisionó para salir a buscar un estrecho que lo comunicara con las “islas de las especieras”, y al recorrer las costas del mar Pacífico, se encontró con este hermoso puerto.


Primera comunicación terrestre entre México y Acapulco
El primer camino que uniera Acapulco con México, fue abierto por Hernán Cortés en 1531, para ser utilizado en trasbordar el herraje y avituallamiento de los barcos, ordenado construir por él en dicho puerto; operación que primero se hacía a través del río Mezcala, en unas toscas embarcaciones a la que denominaban “balsas” (de ahí que este río haya tomado el nombre de “Río Balsas”) para llegar a Zacatula, y de ahí ser transportados por barcos hasta Acapulco, lo que implicaba un gran rodeo y, por consiguiente, un viaje muy dilatado.
El transporte de la carga por el nuevo camino, se efectuaba a “lomo de indios”, a pesar de haber existido una disposición de la Audiencia que lo prohibía, por lo que Hernán Cortés fue “castigado” con una multa y obligado a traer esclavos negros de África.


Primer Alcalde de Acapulco después de la Conquista
Desde principios de la Conquista, Acapulco fue considerado el más importante y preferido de los puertos del Mar del Sur. Así era reconocido desde antes de tener comunicación marítima con el Asia, en que alcanzó mucho mayor auge e importancia, tanto comercial como política y social; y así lo reconocieron las autoridades virreinales de aquella época dándole la categoría que en realidad tenía, designando de inmediato, a las autoridades que de acuerdo con su rango merecía. Y así fue nombrado el primer Alcalde de Acapulco, con fecha 12 de marzo de 1550; recayendo la designación en la persona de don pedro Pacheco, cuyo nombramiento le fue expedido por don Antonio Turcios, por mandato del Virrey Antonio de Mendoza, Gobernador de las tierras entonces apenas conquistadas.

CUENTOS



Era una amuzga de Cochoapa, atrevida y valiente, muy conocedora de sus supersticiones y miedo de las gentes, que trató de explotar en beneficio propio.


Por los caminos de Huixtepec o Cochoapa, cerca de los arroyos y lugares sombríos por la intensa vegetación de árboles frondosos y gigantes, acostumbraba a hacer sus fechorías, que consistían, en tenderse o acostarse atravesando los caminos envuelta en una sábana blanca y tapada la cabeza con un trapo negro.

En la cabeza y en los pies se ponía velas encendidas, y en el momento que se acercaban los caminantes destapaba cuidadosamente unos bules o tecontes con sangre corrompida de donde salían olores fétidos y moscas en abundancia zumbando y ella lanzaba quejidos lastimeros.

La gente huía espantada dejándole cuanto llevaba, y los mismos arrieros abandonaban sus recuas, las que espantadas se metían en los bosques, Luciana inmediatamente se levantaba y recogía el botín o se llevaba a los animales cargados para un lugar determinado donde les quitaba la carga de la que se aprovechaba y dejaba a los animales abandonados.


Pero sucedió que un día dos hombres Juan y José , después de haber estado en la fiesta de San Agustín en el pueblo de Huixtepec, donde tuvieron una reyerta con otros que dejaron mal heridos, se vieron en la necesidad de dejar el pueblo ya muy tarde para no caer en poder de las autoridades y se fueron por el camino que conduce a Ometepec.

Les llegó la noche en el camino, que era obscura y tenebrosa, con lluvia y tempestad.

Al llegar al arroyo de Papaloapán, que corría entre las peñas y arboladas sombrías por una barranca profunda, los sorprendió el fantasma de Luciana en al forma que acostumbraba hacerlo. Pero nuestros personajes era valientes diestros en el machete, lo que lejos de amilanarse o correr, con el arma en la mano se acercaron al espantajo y Juan , les dijo:
“Si eres alma en pena di cuáles son tus sufrimientos que estamos para ayudarte; pero si eres el Diablo o Satanás vete porque si lo haces en el acto te descuartizamos”.
Luciana que conocía a aquellos hombres de fama en la región como valientes, presta se levantó y se puso de rodillas frente a ellos pidiéndoles clemencia y diciéndoles que era. El mismo Juan de dijo: “Levántate y camina delante de nosotros, te llevaremos a la Presidencia Municipal de Ometepec”.


Al día siguiente se supo en el pueblo lo ocurrido y las gentes fueron al Palacio a ver a Luciana. Unos se reían y otros gruñían de coraje al saber que la amuzga Luciana los había tanteado.

Se acabaron los espantos de Luciana, los perjudicados recogieron algo de lo que habían perdido, y Luciana pasó algunos meses en la cárcel. Esto sucedió por el año de 1876.